Hoy 1º de noviembre de 2008, inicio esta página. Aunque algunos amigos ya comentaron antes. Me encontraron porque colaboro en un blog amigo como "Rolito", un Rolito para gente más adulta en "Las fiestass del castillo"
En la cabecera de página, las imágenes, no son más que la expresión de mi deseo. El video musical también es una forma de expresión de mi deseo, el que estoy segura de que ustedes comparten.

miércoles, 18 de febrero de 2009

La lactancia según mi experiencia

Aníbal se crió con leche materna.
No recuerdo que Aníbal (mi hijo), haya tenido algún problema de salud en sus veinticinco años de vida. Y yo “le echo la culpa” de esto al hecho de haberse criado con leche materna hasta los dos años y tres meses, momento en que le dije que era conveniente que dejara de tomar “la teta” porque sus compañeritos del jardín lo llamarían bebé. A los dos años y tres meses comenzó a concurrir al jardín de infantes. Dejo para la próxima entrada el tema del jardín de Aníbal.

Aníbal siempre fue un chico sano, rara vez estuvo resfriado. Tampoco pescó, como algunas personas, los virus que andaban merodeando la zona.

Voy a relatar tres hechos puntuales sobre enfermedades típicas en los niños y cómo le fue a Aníbal con ellas, y por lo tanto, cómo me fue a mí.

Aníbal y la varicela: Menudo susto tuve al llegar con mi hijo a visitar a unos amigos y enterarme de que las dos hijitas del matrimonio visitado estaban convalecientes de varicela. Las dos niñas estaban en la etapa en que se caen las cascaritas de las erupciones. Estaban en la etapa más contagiosa de la enfermedad. Cuando su madre me lo contó, ellas ya lo habían abrazado y besuqueado lo suficiente para un contagio seguro. Ya no tenía sentido el retirarme de la casa visitada ni aislarlo al bebé de las chiquitas.

Pasé una tarde horrible, mi hijo sólo tendría diez días, y no creo que fuera lo mismo que si se contagiaba a los tres años.

Después de nuestra visita, nos dirigimos directamente al consultorio de pediatría. Mi temor era, más que nada, por la corta edad de mi hijo. Y no sé si ya les comenté que mi embarazo de mi único hijo duró ocho años, y no era como para exponerlo de esa manera a una enfermedad. Esperaba que el médico me diera algún tratamiento preventivo, pero no existía ninguno. Luego de la charla con el médico quedé algo más tranquila, pero no del todo. El facultativo me preguntó si el bebé se alimentaba con leche materna, a lo que respondí que sí. Acto seguido me preguntó si yo había tenido varicela, y dijo que con la leche materna yo le estaría suministrando defensas que yo habría desarrollado. Mi problema fue que yo llegué a la Argentina a los tres o cuatro años, mis padres eran húngaros, en mi hogar se hablaba ese idioma y las enfermedades que tuve nunca me las habían nombrado en castellano. Hasta el día de hoy, no puedo afirmar que tuve varicela, aunque lo supongo. Le expliqué lo del idioma al pediatra, él miró mi cutis y dijo que es muy probable que la haya tenido, a juzgar por las marcas en mi cara (pocitos que quedan como cicatrices después de la enfermedad). Igual me dijo que aunque no haya padecido esa enfermedad puedo estar proporcionándole defensas en contra de ella a mi hijo. Me quedé algo más tranquila, pero sólo lo estuve del todo, cuando pasado el tiempo el bebé no mostró síntomas de la enfermedad.

Aníbal nunca tuvo varicela, aunque estuvo expuesto a ella.

Aníbal y la rubéola: Aproximadamente a los 17 meses, mi bebé comenzó, una tarde a llorar, y siguió así hasta la noche. Entonces fue cuando noté que estaba afiebrado, le tomé la temperatura y sí, tenía fiebre. Bastante. No paraba de llorar. A la noche le di un baño tibio y dejé que el agua se fuera enfriando lentamente hasta estar totalmente fría, para bajar la fiebre. Pero no hubo caso. A la tarde de ese día le había comentado a mi esposo que me parecía que nuestro hijo no se sentía bien, porque estuvo sentadito quietito en mi falda durante todo un viaje de diez minutos, cosa que en él no era normal. Aníbal fue un bebé, un niño y un adolescente muy inquieto. Y hoy es un joven muy activo.

Como con el baño la fiebre no cedió, a la madrugada lo llevamos a la clínica pediátrica. La doctora que lo examinó dijo que todo parecía indicar que el bebé tenía rubéola, pero para poder afirmarlo, le faltaba verlo con erupciones y con unos ganglios, creo que ubicados detrás de las orejas, inflamados. Nos dijo que no había una medicación que pudiera recetarle, que vigiláramos su fiebre, para la cual nos dio un antitérmico, y que si se brotaba, lo lleváramos nuevamente. Aníbal no se brotó. Pero como al día siguiente seguía molesto y llorando, lo volvimos a llevar.

El médico que nos atendió esta vez, nos dijo, después de relatarle lo del día anterior y el diagnóstico recibido, que si él no veía al paciente brotado, no podía diagnosticar rubéola, y nos recetó un antibiótico, por si Aníbal tenía alguna infección.

Ésta medicación se la suministramos una o dos veces y se le irritó su boca y se le hinchó como si padeciera una reacción alérgica.

Volvimos a la clínica.

Quien lo atendió esta vez, le retiró el antibiótico de su medicación y nos dijo que sólo lo vigiláramos y lo mantuviéramos con su temperatura normal.

Mi hermana menor había padecido esta enfermedad, ya en la Argentina, por eso la tengo identificada en castellano, pero yo no me contagié. No sé si acaso “la tuve en húngaro” o no me contagié gracias a mis defensas particulares.

Lo cierto es que Aníbal no se brotó. No puedo afirmar que tuvo rubéola. Más adelante, estuvo expuesto a esa enfermedad y no se contagió, cosa que me hace pensar que sí la tuvo, pero muy leve. Tenía defensas contra la rubéola. Yo también las tuve cuando mi hermana estuvo con esa enfermedad. No me contagié de ella. Es posible que mi hijo haya recibido sus defensas a través de la leche materna. No lo sé.

Lo que puedo suponer es que Aníbal tuvo una rubéola muy leve, sin brotarse y sin inflamación de los ganglios comprometidos.

Aníbal y las paperas (parotiditis): Al final de la etapa preescolar de la educación sistemática de Aníbal, hubo epidemia de paperas en su jardín de infantes y en nuestro vecindario.

Terminó el ciclo lectivo sin que mi hijo enfermara de paperas. A escasos siete días de la finalización del ciclo lectivo, un domingo, Aníbal me dijo que le dolía la muela. Sospeché que tenía paperas, pero no lo noté inflamado. Pensé que si el lunes se inflamaba, antes que a un dentista, debería llevarlo al pediatra. Pero al día siguiente y a los subsiguientes, Aníbal no se quejó de “su muela” ni tuvo inflamación alguna de ganglios. Hasta ese momento no había tenido paperas. En esos días un vecinito adquirió la enfermedad. Su madre me comentó que ya no sabía cómo entretenerlo, que se aburría y quería salir de la cama. Le propuse “prestarle” a mi hijo, ya que, con los antecedentes que teníamos yo tenía sospechas de que también habíamos pasado por unas paperas leves y quería corroborarlo. Además, si mi hijo iba a tenerlas, prefería que fuera en vacaciones y no que perdiera días de clases al año siguiente.

Mi chiquito estuvo jugando en casa de su amiguito enfermo unas cuantas veces y no adquirió la enfermedad. Entonces, creo que Aníbal tuvo paperas, pero muy leves y sin inflamación en su rostro.

Durante toda su infancia, estuvo, mi hijo, varias veces expuesto a las tres enfermedades citadas aquí y nunca se contagió después de las situaciones relatadas. Lo que me lleva a la conclusión de que las había tenido y con muy buenas defensas, que supongo que recibió de mí a través de la leche materna. No recuerdo otros problemas de salud. Las defensas obtenidas a través de esta forma de alimentación también protegen a tu bebé de diarreas, que son muy graves a esta edad, especialmente en países subtropicales y tropicales.

Todo esto, en cuanto al aspecto clínico. En cuanto al aspecto psíquico, debo mencionar el maravilloso lazo que existe entre madre e hijo durante la lactancia. Que no se da con las otras formas de alimentación de los bebés.

En cuanto al aspecto práctico, sólo quien amamanta puede dimensionar sus ventajas.

Viajando en colectivo, Aníbal lloraba y yo no tenía mejor aliada que la leche materna. Nada de hervir mamaderas, tetinas, nada de padecer el llanto del bebé porque se cayó el chupete y no tengo dónde desinfectárselo en medio de la calle. Nada de traquetear con enormes bolsos cargando leche, mamadera, tetinas. Recuerdo que una vez tuvimos que viajar unos ciento ochenta kilómetros para pagar una cuota que se vencía de nuestros lotes. Debíamos pagarla ese mismo día y no había plazas disponibles en ninguna empresa de micros, ya que era temporada turística y la ciudad a la cual debíamos ir es un centro de vacaciones.

¿Qué hacer entonces? ¡¡¡DEDO!!! Camión y ya estábamos a escasos diez kilómetro de nuestro destino. Hacía mucho calo. Aníbal estaba molesto y los tres en medio del campo a la vera de la ruta. Lo amamanté y ¡Santo remedio! ¡A completar el trayecto! Estuvimos en el lugar indicado en el mismo tiempo que el empleado viajando de la forma habitual.

Estás reunida con tu amiga, el bebé se fastidia porque tiene hambre. Las opciones son: interrumpir la conversación y salir corriendo a preparar el biberón o levantarte la remera y calmarlo para seguir con la charla durante toda la tarde. Imaginate las noches de invierno vos misma.

No hablemos de aspecto económico. Si a tu hijo le cae mal la leche de vaca, necesitás pagar fortunas durante toda su lactancia por leches especiales obtenidas en laboratorios. La leche materna no tiene costo alguno. La leche materna está siempre disponible, no tenés que recordar comprarla, acarrearla en termo, hervirla, desinfectar la mamadera, comprar una tetina nueva porque la que tenés ya no sirve. Que si está muy caliente o muy fría…La leche materna tiene siempre la temperatura ideal, nunca se enfría.

Con mi experiencia, hoy si tuviera que amamantar y no produjera localidad o cantidad ideal para mi bebé optaría por una nodriza y no por sustitutos de la leche materna.

Cuando yo era niña, se había puesto de moda no amamantar porque se consideraba que era una rutina esclavizante. Te parece, después de evaluar los pro y los contra, que no es más esclavizante lo otro.

En esa época también se opinaba que amamantar deforma la silueta. Que sí se deforma por vivir y no estoy tan segura de que se deforme por amamantar. Todas las siluetas se deforman con el tiempo, aún aquellas que pertenecen a mujeres que jamás amamantaron y a las que jamás fueron madres. ¿Dejarías de vivir por no deformarte? ¿Te parece que un hijo sólo vale una silueta perfecta por tan sólo unos pocos años? Tu hijo te perdonará, pero el tiempo no.

Esto es sólo una reflexión mía, sin ninguna base científica conocida por mí:

El ser humano es omnívoro (come toda clase de alimentos). El bebé humano recibe a través de su madre todo lo que necesita para una alimentación completa. La vaca es herbívora. De la leche de vaca (ideal para el ternero), el bebé humano sólo recibe los nutrientes que la vaca obtiene de los pastos.

¿Hace falta agregar esto?:

Amamantá a tu bebé. Te lo vas a agradecer toda la vida.

Amigos: Quiero hacer una aclaración: Traté el tema de la lactancia según mi experiencia, relaté lo magnífica que fue ella para mi hijo y para mí. Pero buscando sobre el tema, encontré que algunas veces trae inconvenientes. En la barra lateral, en el espacio de las páginas recomendadas, dejo un link para quienes quieran consultar el tema más ampliamente. Recomiendo, especialmente, que visiten la página, es muy interesante.

"POR UNA INFANCIA FELIZ, PARA UN MUNDO MEJOR"

ELIZABETH


4 comentarios:

Eli dijo...

Con tanta cirujía, no creo que nadie deba preocuparse porque se le deformen las mamas. Es un costo bajísimo para la salud de un hijo.

Elizabeth dijo...

Es un costo bajísimo para la salud de un hijo, es cierto. Y es una recompensa altísima esa salud que el niño que mamá, tiene. Salud física y mental. ¡Qué más puede esperar una madre!

¡Un abrazo!

Jayja para tí... dijo...

uy, que puedo decir, no entiendo la entrega de algunas madres, del alma, supuestamente, pero guardan para su satisfacción de belleza su cuerpo...a qué se trae hijos al mundo, a que sean plásticos y artificiales, o con hormonas para crecimiento...no sé...van quedando muy lejanos las cosas naturales, y cuando sea tarde, querrán recuperarlas...será tarde....

Elizabeth dijo...

Jayja, gracias por tu visita.
Es verdad lo que decís. Muchas madres adoptan, no porque no pueden procrear, sino para no estropear su bellísimo cuerpo con un parto.
Cuando perciben que los cuerpos hermosos también se pudren bajo tierra, ya es tarde para intentar disfrutar de un hijo. Ya se lo perdieron, gastaron su tiempo y esfuerzo en algo que no perdurará como el amor filial.